NUESTRO PEDRO.

(Ramón Acuña Carrasco).

Pedro Marinkovic Valenzuela, el Pedro Marval protagonista de los días heroicos y hermosos de la radiotelefonía local, atesoró en su profesionalismo, en su carácter y en su quehacer todo un jalón de la historia periodística de esta orilla.

Lo conocí en días de radio animando programas de gran audiencia y también reporteando los procesos históricos que conmovieron al país, ganándose, en arena tan difícil, el respeto y el afecto de quienes mucho lo conocieron.

Vino desde el Norte con una experiencia joven en su mochila anclando su vida y su resto de eternidad en esta costa, identificándose con su gente y con la comunidad de trabajadores, entonces poderosa, que levantaba con esfuerzo su techumbre y su futuro en las tierras altas del puerto. Y, en un respiro de su marcha y de su búsqueda, pensó que era este un buen lugar donde echar cimientos y construir el entramado de un hogar y de un proyecto para los suyos.

No fue Pedro un hombre de fortuna convertible en moneda y el sustento familiar de cada jornada provenía de una huerta no siempre justa y solidaria. Es cierto, no gozó de grandes bienes materiales y sus días transcurrieron en una austera dignidad rodeado de la riqueza afectiva de su esposa, de sus hijos y de los hijos de los hijos.

Escribía sin tregua ni descanso, objetivo e imparcial. En el fuego de su acervo cultural se fraguaban las crónicas con las que distinguía a personas e instituciones dejando a la posteridad valiosa información de San Antonio y de su gente.

En los aciagos días de Marzo del 85 con un terremoto remeciendo la estructura pueblerina de un puerto con ansias de vuelo y de altura, abría a nuestras opiniones las amplias columnas de La Estrella, de grato recuerdo en su paso fugaz por nuestra casa, afianzando espacios a las disidentes voces ese año y durante el Estado de Sitio del 86 y después del 86.

Mucho fueron los artículos que entregué al Tío Pedro cuyas publicaciones guardo en mi afecto y en mis papeles. Testimonios del diario acontecer que se imprimieron en el Proa de siempre y en los Líderes que después vinieron.

No, no tuvo lo que la sociedad materialista llama fortuna, pero, fue poseedor de un espíritu fraterno y de un concepto limpio y claro de la amistad. Ese continente que hace que hombres como él permanezcan nítidos
en nuestro recuerdo.

Pedro Marval, muy cerca de aquí, con su cámara fotográfica y su libreta, debe estar reporteando, sin poder creerlo, el sensible fallecimiento de Pedro Marinkovic, un amigo de todos.

Ramón Acuña Carrasco.
20 de Abril de 2001.